Territorio libre

Tengo algunas hectáreas que me pertenecen. No tengo problemas en declararlas territorio libre. Todas las personas del mundo tendrían el exacto mismo derecho de transitar, sentarse u oler la hierba en ese terreno. Que sea de todos no es lo mismo que sea de nadie. Mi cláusula de desvinculación sería estricta. Transfiero mi propiedad a perpetuidad para el buen uso del conjunto de la humanidad. Buen uso significa sentarse y mirar el cielo o conversar o caminar sin prisa recibiendo en el rostro la brisa de la precordillera de los Andes.

Nadie podría sobreponer un símbolo dentro del territorio libre, no habría cercos ni rutas ni señales ni se rastrearía la tierra para sembrar semillas seleccionadas en laboratorio. Sólo crecería lo que tiene que crecer. Ni un centímetro iría al Estado ni a la Iglesia ni a los indígenas ni a los campesinos pobres, porque eso significaría que tarde o temprano volverían a caer en las mismas manos oligárquicas de siempre.

¡Hey, vengan , pisen, huelan la hierba, compartan este lugar, es de todos y nunca volverá a ser de alguien en particular!

Enfatizo, es de todos, porque de otra forma los oportunistas de siempre presupondrían que no es de nadie.

¿Cuántos propietarios más hay en este mundo que se atrevan a dar este paso?

La propiedad privada es la mayor excusa ideológica de los débiles de espíritu, los egoístas, los codiciosos y los abusadores.

Escritor chileno. Licenciado en Historia en la Universidad de Chile. Nació en San Fabián de Alico en 1972. Ha publicado ensayos, crónicas y relatos en diversos medios americanos y europeos. Es autor de las novelas Ameba y El odio, y de los libros de relatos La vida continúa y El insomnio de la carne. Todas sus obras han sido publicadas por Sanfabistán Editores. Columnista en HuffPost Voces (EEUU) e HispanicLA (EEUU) y controvertido bloguero político cuya voz independiente se ha expandido a todo el mundo hispanohablante. Se le ha descrito como un autor de pluma corrosiva, provocadora y amarga.

4 comentarios

  1. La propiedad privada es sólo una idea más, y por lo tanto fácilmente desmantelable en la teoría. Sé que para desmantelarla en la práctica habría que generar las condiciones para la revolución más sangrienta y definitiva de la historia. Y sin embargo, nada asegura que los nuevos triunfadores no se lo acaparen todo nuevamente.
    Pero yo lo haría y de seguro lo haré. No necesito más que un bastón para afirmarme y apartar ciertas piedrecillas de los caminos.
    Mi casa, mi solar, mi departamento, mi ciudad, mi mujer, mi auto, mi país, mi abogado, mi perro…los términos posesivos me acaban fastidiando. ¿Por qué no podemos sólo existir satisfaciendo nuestras necesidades más esenciales en fraternidad y cooperación con nuestros cercanos y sin apropiarse de nada.

    Gracias por tus amables palabras querida Lorena.

  2. No me cabe dudas que hay muy poco propietarios dispuestos a tal acto de generosidad. Es posible que ninguno. Una actitud así es digna de un corazón noble como la tuya y de las que no abundan. Aún cuando no se concrete en los hechos, lo que decís es un clamor al que nadie se ateve en épocas donde el «sálvese quién pueda» está ampliamente difundido y es aceptado por toda la sociedad como una actitud sensata y honesta.

    Me encanta este texto porque entiendo que es uno de los que mejor refleja tu forma se ser y que mejor te define. Quienes te atacan y te tildan despectivamente de comunista, marxista, zurdo han olvidado comentarlo porque te engrandece y no tienen con qué darte cuando le mostrás lo inmenso que es tu corrazón en unas pocas palabras. Eso pasa muy seguido…

    Un abrazo querido Jorge.

  3. Algunos territorios están impecablemente cuidados y llenos de flores y frutos, como el de la foto, mientras que otros son un vertedero de basura o un campo baldío; la gente prefiere los primeros pero pocos de los nuevos residentes van a mantenerlos con esa calidad. Es buena la idea de tener tierras mancomunadas, ejidos, y a la vez terrenos de propiedad privada, pero claro eso todo es una idea muy «colonial» y fue desmantelada por las revoluciones del XIX, empezando por las de los criollos independentistas y por Don Benito Juarez.

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