Oscar Sambrano Urdaneta: Duda, realidad y ensueño de ‘El Arcángel’

Escribir y publicar por primera vez un libro de ficción no sólo puede significar el hecho feliz de una trascendencia creativa, sino también —y en sentido contrario— puede significar uno de los riesgos de desilusión literaria más grandes al que se expone un escritor que siempre nos haya acostumbrado a una prosa clara y a un discurso lógico, denotativo, de sus lúcidos ensayos y críticas literarias. Pero añado: escribir esos cuentos y con el tiempo decidirse a publicarlos en un cuaderno que, sin lugar a dudas, reúne diversos valores universales, con un empaque discursivo propio y bien plantado, es un hecho que rebasa el riesgo y se convierte en una hazaña.

Este es el caso del escritor venezolano Oscar Sambrano Urdaneta, cuando en 1998 publicó su primer libro de cuentos titulado El Arcángel; y a quien siempre se le había reconocido como un profesor universitario y de liceos, investigador, ensayista y crítico literario, especializado en la vida y la obra de Andrés Bello, académico de la lengua y promotor de la cultura de su país.

En realidad, es como se ha dicho de este libro: hay una complacencia por contar; la delectación por crear historias, según se dice, pero no solamente por una milenaria costumbre, sino además por esa milenaria razón de ser que tiene el hombre de expresar su energía interior para crear nuevas dimensiones. Contar, narrar, es crear mundos, espacios; es profundizar, intimar, comunicar y proyectar, y es viajar hacia algo o alguien; es la búsqueda y la realización de la otredad. Pero quizás todo esto sean las primeras cualidades en el libro de El Arcángel; es decir, lo que resalta de un primer vistazo, la impresión de una primera lectura.

Pero es que más allá de esa primera lectura, en el conjunto de estos cuentos se descubren entresijos dignos de valores humanos, dados por elementos realistas y fantásticos, dos categorías que aquí se combinan para converger, mediante los recuerdos, en el contacto con la vida. De manera que los relatos de El Arcángel no andan sólo por las nubes fantásticas de lo inverosímil ni por el costumbrismo de un realismo telúrico, sino que también se encuentran en la atmósfera de una sensibilidad humana dada con un profundo interés de indagación. Son cuentos perfectamente respirables, aun más: son como fluidos que penetran el intelecto para quedarse a través del tiempo, escondidos, como pequeños asuntos de la existencia humana que se hacen referencias en la memoria de cualquier lector. Cada uno de los relatos es un vector que indica su viaje hacia la intimidad como si fueran — más que pinceladas — escalpelos profundos que hurgan delicadamente en las muchas maneras que el hombre ha vivido.

Pongamos por caso algunos de los cuentos del libro, y en el que cada uno podría valer como representación del conjunto.

El primer relato, que le da título al cuaderno, “El Arcángel”, expone un decir poético en la narración que va configurando los caracteres bien humanos de tres personas; en este cuento se logra el desarrollo de una sensibilidad que, de hecho, está dada en el narrador (quien, por supuesto, no es el autor, pero que sí le sirve a Sambrano Urdaneta para establecer su propia catarsis, en la que aflora un hondo interés por las problemáticas humanas).

“El arcángel” es el hecho mismo de contar una historia; de estructurar una narración. Es el motivo sensible de imaginar y contar. La posibilidad de que el mundo está ahí, con su asunto y problemática humanas en la que la imaginación de lo fantástico aflora sutilmente, sin brusquedad alguna. Es la búsqueda que inspira la proyección del narrador; una narración que se hace íntima en el asunto del otro que nos concierne, como le sucede siempre a todo creador cuando escribe para su lector virtual, que es su propia visión de la vida. En este sentido, el padre muerto que va a convertirse en arcángel es el “Tú y escucha del narrador”; es el hijo que habla de las cosas de la vida del padre y de la hermana, que está por llegar; los tres en un solo fluido narrativo proponen la consumación de una relación filial de amor. Por eso, cuando las cosas son hechas por amor y con amor, las palabras hay que “desencuevarlas”, hay que sacarlas de lo profundo de uno mismo.

Por su parte, si el cuento de “El arcángel” es de una hermosa sensibilidad humana, el relato de “El General Manvré” da la posibilidad de una nostalgia universal, porque ¿quién —leyendo este relato— no recuerda algún personaje insólito de sus años escolares de adolescencia? Con “Manvré” se abre la memoria, pero también la ironía de una sabiduría mágica, intuitiva, de la mocedad; hay una burla —suave si se quiere, pero burla al fin— contra las costumbres y la mentalidad de una sociedad pasada y hasta presente. Esta narración es una manera de hacer una broma, “vacilar”, diríamos, a todo aquél que toma la vida estrictamente en serio y es un crédulo de los cánones impuestos. Y todo ello contado en un discurso de aparente lentitud en su verbalización, de adjetivación precisa y también suave; un discurso que en su uniformidad es un río que fluye y nunca se repite.

Otro ejemplo viene a ser “El hombre que digo”, narración que ahonda un sentimiento de necesidad por una vida más justa. Se describe, a través de una mirada, el contexto de hambre y pobreza de unos seres que se han quedado en la rutina de la miseria. No es un cuento de época, no, sino de un universo de tiempo y espacio siempre actual. En realidad, es una mirada con ternura a cualquier mundo alrededor de uno. “El hombre que digo” está impregnado de imágenes en apariencia costumbristas, pero esencialmente poéticas en su contenido humano. Es un cuento sin final, con el sello de lo perenne porque va directamente al corazón del lector.

“Los vahos” da la impresión de ser otra forma de mirar el mundo (en este caso la atmósfera familiar de una casa, un hombre, una mujer y una pareja de perros domésticos) mediante los olores que percibe uno de los caninos (y, por supuesto, también el narrador). Aparentemente aquí hay dos formas paralelas de verse la vida: una es la de los animales, en su pereza y juegos cotidianos; y la otra, la de los seres humanos; vida que transcurre plácida, oscilando entre la indolencia del hombre y la actitud hacendosa de la mujer, en la que se observa “la dureza del cuerpo que luce piel morena y un cabello negro que peina hacia atrás y recoge en un moño”. Pero sorpresivamente las vidas paralelas se acercan y se confunden por el instinto del amor: los caninos se “enervan en sus propios vahos” y la mujer, al fin, cede al hombre. Así, este relato no sólo es de un tratamiento novedoso en el tema del sexo a través de una convergencia instintiva entre seres de diferentes especies, sino que emplea un discurso sensorial y al mismo tiempo terso, delicado, que nos convence de que ha sido escrito por alguien que siempre tuvo el don de la fabulación. De hecho está cargado de una sutil y fina sugerencia que muy bien podría meritar un ensayo sobre la conducta humana.

Por su parte, el relato “Presentimiento” puede verse como el hecho de regodearse (el narrador en su propia narración) recontando, de una nueva manera, la leyenda o el hecho bíblico del diluvio. Es hacerlo de una manera, en apariencias, recurrente, como dando lugar a un ciclo que propone la duda entre el sueño o la realidad. El narrador es el protagonista real de su sueño. Aquí se puede afirmar que la realidad se confunde con lo fantástico, pero lo que también llama la atención es la elección del tema bíblico, que, de alguna forma, se presenta con la novedad de discernir el sentido de la creación: porque viene a ser como si se pusiera en duda este sentido y objetivo de la vida. En efecto, siguiendo este análisis, nos atreveríamos a decir que se puede encontrar la veta de un relato de corte filosófico, en el que se otorga el beneficio de la duda a lo que ha sido hasta ahora la existencia del hombre y de la vida en general. Como si dijéramos que el sueño puede convertirse en realidad, o fue realidad y, por ello mismo, es un “presentimiento”. El narrador duda del dios que las religiones nos han enseñado, desde el momento en que no se explica que el mismo Creador se haya convencido de haber cometido un error con la creación del hombre. Con el diluvio puede sugerirse que el dios bíblico reconoce haber perdido su infalibilidad. En este caso, el hombre es el creador de Dios para su salvación; él mismo (el ser humano) es una duda divina; la duda que redime al hombre cuando se busca a sí mismo.

En “Alucinaciones” encontramos un aparente discurso realista, pero su atmósfera y su “suspense” rozan lo fantástico. Se connota el relato de una ilusión: un solitario busca la otredad. Hay dos dimensiones: la objetiva y la subjetiva. En la segunda se encuentra Vanesa, como la referencia obsesiva (¿leimotiv?) que impulsa al protagonista a contar una historia. El relato entonces es una ilusión que se hace alucinación. Hay un recuerdo y un deseo de lo que pudo haber sido, pero que en la dimensión objetiva se desvanece: las personas —que supuestamente conocen a Vanesa— no advierten su ausencia, no saben que está enferma muriéndose en una clínica, sólo demuestran que no la conocen. Esto pone en duda la dimensión subjetiva del relato, otorgándole un alto grado de desvarío al deseo del protagonista. La mente de éste es una especie de línea divisoria, una frontera, entre la realidad objetiva que le rodea y la realidad fantástica que compone su deslumbramiento. Es como si en el cuento el protagonista estuviera viviendo un umbral cortaziano entre la realidad y el sueño.

Un cuento más que sirve para mostrar el sentido humano que gravita entre la duda y el ensueño es “El giro telegráfico”. Dos preguntas nos podrían servir para acercarnos a un sentido que caracterice esta narración: ¿será el error de la cantidad de dinero entregada al protagonista la prueba para definir una conducta humana?, o ¿será la vida de este hombre una ilusión siempre inconclusa? En fin, este cuento combina, en su propio tema, varias posibilidades más. Es de un final completamente abierto. Sólo deja la interrogante, como dice el párrafo final: “Y no sé por qué en ese preciso momento me acudió a la mente la duda de si acaso el cajero no se abría equivocado adrede al proveerme con una cantidad mayor de la que me correspondía”. Párrafo de un tema borgiano que se podría interpretar como la circunstancia de estar viviendo un destino soñado por otro.

Si fuéramos a valorar, en este libro, el nivel de sugerencia que surge de sus relatos, tendríamos que pensar en “El hombre que no miraba a nadie”, en el cual, de alguna manera, la anécdota no tiene final, sino que acaba de forma inesperada. Viene a ser el asombro de algo indefinido que trasciende por lo humano de un drama entre dos seres perdidos no sólo del mundo que los rodea, sino principalmente de sí mismos. Algo ocurrió en la vida de estos dos seres (especie de clocharts, quienes son protagonistas referenciales en el hilo y estructura dado por el narrador) que los hace buscarse mutuamente sin encontrarse nunca. Es la historia trágica de un desarraigo sobre el otro. Pero aquí no importa en realidad si se encuentran o no, sino la perspectiva del que narra, que en vez de constituirse en la clave de ese encuentro, no hace otra cosa que presentar la historia para abrir la puerta del asombro, del ensueño, de la curiosidad que nunca se va a resolver, quedando sólo un alto nivel de sugerencia.

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Un análisis de los demás cuentos, los más cortos aun, y también la variante de las viñetas, mostraría igualmente la alta proyección de este libro. Pero, por ahora, valgan estos análisis citados, a retazos, diría, para afirmar con toda conciencia que es un libro de una narrativa sorprendente que nos propone todo un hermoso conjunto de valores humanos; una dimensión hasta cierto punto filosófica donde se cuecen —como una sustancial receta— la duda, a veces metafísica, sino las circunstancias cotidianas de una realidad física con variantes sutiles de imaginación fantástica. Además, contribuye a ello, la fluidez del discurso narrativo, su delicada y fina envoltura, por lo que puede atribuírsele al autor un gusto exquisito por las palabras.

Una connotación más que puedo sacar en relación con la autoría de este cuaderno es el hecho de que leerlo me da no sólo el placer de degustar la palabra y la novedad indiscutible de cada tema, en historias cortas (fábulas que nos llevan de la mano hacia una dimensión de emociones insospechadas), sino que asimismo nos hace descubrir una verdad más en las probabilidades que plantea el ser humano en su complejidad intelectual: el creador, el verdadero creador, aun cuando haya practicado siempre específicos géneros literarios o artísticos —en este caso, el del ensayo y la crítica literaria—, nunca sabe si otro de los caminos que lo hará perdurar en la historia de la literatura, estará esperándolo en la incursión de un nuevo género. En definitiva, esto demuestra que la creación es impredecible, que los arcángeles también se hacen visibles en la trascendencia de las palabras.

Oscar Sambrano Urdaneta

Oscar Sambrano Urdaneta nació el 6 de febrero de 1929. Escritor, ensayista y crítico literario venezolano, especializado en la vida y obra de Andrés Bello. Sambrano Urdaneta nació en el pueblo de Boconó, estado Trujillo, Venezuela. Llegó a Caracas durante su juventud para estudiar en el Instituto Pedagógico Nacional y después en la Universidad Central de Venezuela, donde obtuvo el Doctorado en Literatura. En 1940, gracias al escritor Pedro Grases, Urdaneta fue designado como miembro del grupo encargado de la selección de la Obra Completa de Andrés Bello, presidida por Rafael Caldera. Desde entonces, se incorporó al mundo literario para mantener consigo la admiración y el acercamiento a la obra de ese insigne polígrafo venezolano que fue Bello. Entre 1959 y 1978 fue profesor en el ya mencionado Instituto Pedagógico Nacional y entre 1965 y 1990 en la también conocida Universidad Central de Venezuela. Dirigió la Fundación La Casa de Bello, y asimismo jefe editor de la Revista Nacional de Cultura (1959 – 1963), y director de las colecciones Biblioteca Popular Venezolana y Tricolor; y además de ser miembro del consejo para la Biblioteca Ayacucho y Monte Ávila Editores.

En 1978 ganó el Premio Municipal de Literatura por su obra Poesía contemporánea de Venezuela. Seis años después, en 1984, pasó a ser miembro de número de la Academia Venezolana de la Lengua, y devino su presidente hasta el año 2009. Ha sido también miembro honorario del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, Colombia. Durante el segundo gobierno de Rafael Caldera (1994-1999) fue presidente del Consejo Nacional de Cultura (CONAC), y en 2003 formó parte del Comité para el Tributo a la figura y la obra de Andrés Eloy Blanco.

Desde 2006 ha sido conductor del programa cultural de televisión Valores, trasmitido por Vale TV. El propósito principal de este espacio ha sido el de impartir la cultura venezolana en todas su dimensiones, en memoria del escritor venezolano Arturo Uslar Pietri y su anterior programa televisivo Valores Humanos. En junio de 2008, Sambrano Urdaneta propuso a la Academia Venezolana de la Lengua la creación de un centro de investigación lingüística y literaria.

Algunas de sus obras son: El llanero, un problema de crítica literaria; Cronología de Andrés Bello; El epistolario de Andrés Bello; El Andrés Bello universal; Verdades y mentiras sobre Andrés Bello; Aproximación a Bello; Poesía contemporánea de Venezuela y Literatura hispanoamericana (en colaboración con Domingo Miliani), entre muchos más libros. Es autor de numerosos prólogos a escritores venezolanos notables, como Fernando Paz Castillo, Julio Garmendia, Luis Beltrán Guerrero, Miguel Otero Silva, Gustavo Díaz Solís. Realizó el volumen biográfico y crítico titulado Del ser y del quehacer de Julio Garmendica. Ha participado en numerosos congresos nacionales e internacionales de literatura y recibido vario reconocimientos importantes.

Su cuaderno de cuentos El arcángel fue publicado por Editorial Planeta Venezolana, en 1998. Posteriormente fue traducido a otros idiomas, entre ellos el italiano, por Edizioni del Paguro, en el año 2000, con prólogo del profesor Augusto Guarino.

[Datos biográficos tomados de su libro El arcángel y de la página web Freebase, en

Manuel Gayol Mecías
Escritor y periodista cubano. Editor de la revista literaria online Palabra Abierta (http://palabrabierta.com). Graduado de licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana, en la Universidad de La Habana en 1979. Fue investigador literario del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas (1979-1989). Posteriormente trabajó como especialista literario de la Casa de la Cultura de Plaza, en La Habana, y además fue miembro del Consejo de redacción de la revista Vivarium, auspiciado por el Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana.
Ha publicado trabajos críticos, cuentos y poemas en diversas publicaciones periódicas de su país y del extranjero, y también ha obtenido varios premios literarios, entre ellos, el Premio Nacional de Cuento del Concurso Luis Felipe Rodríguez de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) 1992.
En el año 2004 ganó el Premio Internacional de Cuento Enrique Labrador Ruiz del Círculo de Cultura Panamericano, de Nueva York, por El otro sueño de Sísifo.
Trabajó como editor en la revista Contacto, en 1994 y 1995. Desde 1996 y hasta 2008 fue editor de estilo (Copy Editor), editor de cambios (Shift Editor) y coeditor en el periódico La Opinión, de Los Ángeles, California.
Actualmente, reside en la ciudad de Corona, California.

OBRAS PUBLICADAS: Retablo de la fábula (Poesía, Editorial Letras Cubanas, 1989); Valoración Múltiple sobre Andrés Bello (Compilación, Editorial Casa de las Américas, 1989); El jaguar es un sueño de ámbar (Cuentos, Editorial del Centro Provincial del Libro de La Habana, 1990); Retorno de la duda (Poesía, Ediciones Vivarium, Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana, 1995).

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