Emigrantes del espacio: de la Luna a la Tierra

Quizás si pensamos, por un momento, dónde estamos, y nos olvidamos, por un segundo, de todo lo cotidiano que puebla nuestros pensamientos, seamos capaces de comprender algo mejor la importancia de nuestra existencia y aquello que es realmente relevante en nuestras vidas

Esta foto es la primera imagen que se tomó de la Tierra en 1969 desde la Luna. No deja de fascinarme.

Volver a la Tierra

Miradla bien… ¿No sentís un extraño vacío al verla a miles de kilómetros? La visión de la Tierra a esta distancia, me ha producido una extraña sensación que va más allá de la soledad, una especie de desarraigo, como si tuviéramos un cordón umbilical que nos une a ella, ejerciendo una fuerza muy superior a la gravitatoria, que nos alienta a volver hacia allí…

“Tan lejos cuanto los vientos pueden llevarnos,
y en todas partes donde espuman
las olas encontramos nuestro imperio,
y nuestra patria.”

Lord Byron

Por primera vez he comprendido a Youssef, a Mustafá, a Gildardo, a Florinel, a Betty y a tantas otras personas que un día tomaron la decisión de dejar sus países por venir a España en busca de una vida mejor. Hoy no tienen trabajo, y seguramente observen desde la televisión a su tierra, como yo hoy observo a la nuestra: lejos e inalcanzable, porque no han ganado lo suficiente para comprar el billete de vuelta.

Observo la Tierra una vez más, y la entiendo como un milagro tan inmenso, tan sublime y tan perfecto, que me disuelve en la paradoja interminable de tratar de comprender el porqué de nuestra existencia.

Decía Voltaire que no es más increíble nacer dos veces, que nacer una sola vez. Y yo pienso que la gente que tiene la valentía de abandonar su hogar nace dos veces, porque la vida es única allá donde vayas.

Un milagro maravilloso: la vida

La Tierra… Allí germinan las pasiones, las ilusiones, las guerras; allí germina el arte y la decadencia, la tecnología y la entropía, el misterio y la rueda de la vida, toda la grandeza y toda la miseria del hombre.

Después miro alrededor, miro mis manos, mi entorno, este ordenador gastado y agradecido por las horas de trabajo y me pregunto si algún día dejaré de encontrar cotidiano a lo que me rodea, para descubrirlo tan extraordinario como veo hoy a la Tierra, a través de esta foto. Será que el automatismo de cada día oscurece la realidad: el maravilloso milagro que es la vida en este planeta.

Porque la Tierra es un planeta. Si, el nuestro, sin serlo, porque la propiedad no es más que un concepto ilusorio producto del deseo exacerbado del hombre por “tener”… y ya veis dónde estamos, flotando en un infinito desconocido, o quizás más bien indefinido, ya que tanto le gusta a nuestro pensamiento ponerle límites a todo. Ahí está, rebosante de agua y de emociones. Es ahí, en ese pequeño punto suspendido en el espacio, donde habitamos. Parece que nos olvidamos.

Un planeta vivo que respira, se mueve, se reinventa para nosotros… dándole forma a una evolución inquieta, coherente con su espacio y con su tiempo, en dirección a una conciencia más inteligente, sin motivo para nosotros más que aquel al que algunos dan el nombre de fe.

La importancia de nuestra existencia

Es a este pequeño punto suspendido en el espacio al que ponemos fronteras y límites y muros… para hacerlo más pequeño aún y olvidarnos de la realidad, que no es la división humana, sino la inmensidad planetaria.

Quizás si pensamos, por un momento, dónde estamos, y nos olvidamos, por un segundo, de todo lo cotidiano que puebla nuestros pensamientos, seamos capaces de comprender algo mejor la importancia de nuestra existencia y aquello que es realmente relevante en nuestras vidas.

Miro esta foto y pienso en aquella multitud de hormigas que hay en el patio de mi casa, en el de cualquier casa, enfrascadas en su trabajo y sin mirar hacia ningún lado que no sea el frente, ajenas a todo el inmenso mundo que hay a su alrededor y del cual no son siquiera conscientes. Más allá del hormiguero, no hay nada para ellas.

Así somos los humanos en la Tierra, como hormigas en su hormiguero que no levantan la cabeza para alzar la vista al universo. Ojalá contemplar esta foto nos pueda hacer algo más conscientes y nos devuelva algo más despiertos a este mundo tan real y tan cotidiano que nos absorbe.

Es posible que para conocerse uno mismo, sea suficiente con mirar más a menudo a las estrellas.

Laura Fernández Campillo. Ávila, España, 07/10/1976. Licenciada en Economía por la Universidad de Salamanca. Combina su búsqueda literaria con el trabajo en la empresa privada y la participación en Asociaciones no lucrativas. Sus primeros poemas se publicaron en el Centro de Estudios Poéticos de Madrid en 1999. En Las Palabras Indígenas del Tao (2008) recopila su poesía más destacada, trabajo este que es continuación de Cambalache, en el que también se exponen algunos de sus relatos cortos. Su relación con la novela se inicia con Mateo, dulce compañía (2008), y más tarde en Eludimus (2009), un ensayo novelado acerca del comportamiento humano.

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