EL SENDERO DE LOS SUEÑOS: Tercera semana

20 de enero: Una comunidad más unida

Desde la ciudad mágica, Orlando

La marcha de hoy la dedico a Rita,
quien lucha por mantener a su familia unida,
y también a su familia.

Un reportero me preguntó hoy cuál fue mi experiencia más difícil durante esta marcha. Pensé en mi familia, mi novio, los estudiantes, los amigos, y aunque vivir sin ellos es difícil, lo más difícil ha sido despedirse cada día. Es que nuestra marcha, por lo general, finaliza cada día en casa de un extraño.

Tuvimos el privilegio de encontrar gente que nos trató como si fuésemos sus hijos. Dicen que la razón por la cual los niños pequeños lloran en el primer día de clases no es porque tengan  miedo, sino porque sienten la tristeza de sus padres que allí los tienen que dejar. Cada vez que llegamos a una de esas casas, hubo un festín. Abundaron las toallas, los calcetines y cobijas. Se compartieron consejos, plegarias, abrazos y besos. Pero más que nada nos han dado amor. Tuve miedo de sentirme sola y de extrañar demasiado a mi familia. Pero cada vez que llegamos a otra ciudad sentí que mi familia se había expandido y crecido. De esta manera, estamos creando una congregación más unida y ayudando a desarrollar una raza humana unida, que no discrimina por nacionalidad, raza o credo. Gracias a todos aquellos que abrieron sus hogares e hicieron que el Sendero de los Sueños fuese posible.

Mateo 25:35-40

35 Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento;36 necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron.» 37 Y le contestarán los justos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber?38 ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos?39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?» 40 El Rey les responderá: «Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.»

***

22 de enero: Esperanza en Apopka, Florida

Comenzamos nuestra caminata esta mañana alejándonos de las afueras de Orlando. Cuando nos detuvimos por primera vez en un café para usar los baños y mientras yo esperaba mi turno, pude ver cómo algunos de los empleados susurraban algo entre sí y luego se sonreían. Me di cuenta de que seguramente nos habían visto el día anterior en el canal local de noticias. De modo que me acerqué a ellos y les comencé a explicar por qué marchábamos. Muy pronto nos sirvieron seis tazas de café, ¡gratis! Estaban tan impresionados con nuestra valentía y nuestros esfuerzos por la comunidad que nos donaron 40 dólares para la causa. Le dije a Felipe que sería fabuloso si así nos recibieran en donde fuéramos, porque la verdad es que necesitábamos el dinero.

Después de caminar unos ocho kilómetros nos detuvimos, a eso de las 11 de la mañana, para visitar a un congresista y conceder una entrevista. Visitamos las oficinas de un par de congresistas de Florida y de los dos senadores federales del estado: George LeMieux y Bill Nelson (lean al respecto en el blog de Juan). Gaby y Felipe fueron a una entrevista que les hizo el canal local de Univisión, mientras que Juan, Andrea y yo nos encaminábamos a las oficinas del congresista John Mica. La reunión fue relativamente breve. Sin embargo, fue tan productiva como siempre. La asesora de inmigración de Mica tenía una posición dura en el tema de la inmigración, pero le pudimos explicar que deportar a millones de personas no es algo que tenga asidero alguno en la realidad.

Después de almorzar en un parque cercano nos juntamos y encaminamos al Centro Comunitario Esperanza en Apopka, Florida. Al llegar quedamos sorprendidos de ver a tantos dirigentes juveniles esperándonos. En su mayoría eran los hijos adolescentes de campesinos del área. Al menos esos chicos luchaban para que sus voces se escuchen en representación de sus comunidades migrantes. Estaban confrontando sus temores de ser indocumentados. Durante mis años en la escuela secundaria jamás tuve la misma oportunidad que ellos. Me aterrorizaba que se enteraran de mi condición, pero especialmente era porque no conocía a nadie más que estuviese en esa misma situación. La pasión de estos jóvenes por los derechos civiles y su energía nos entusiasmaron a todos. Después seguimos caminando, a eso de las 4 de la tarde, junto con unos 40 de esos dirigentes juveniles. ¡Fue extraordinario! Los autos tocaban el claxón a izquierda y derecha. La gozamos y nos reímos mucho.

Después de la cena fuimos a la residencia de unas monjas locales que administran el Centro Esperanza para bañarnos. Ese fue el punto culminante de la jornada. Nunca había compartido una tarde con Hermanas en lucha. Su insistencia por la justicia, solidaridad por nuestra causa y fantástico sentido del humor fueron mucho más de lo que yo esperaba aquí, en Apopka. Voy a echar de menos a la Hermana Ann. Es una persona extraordinaria y aprender de ella fue todo un privilegio para mí. ¡Qué interesante que es conocer gente que puede mejorar las vidas de otros y transformar a toda una congregación!

En solidaridad,

Carlos Roa

***

23 de enero: En los lagos del centro de Florida

 

Dedico el blog de hoy
a María Rodríguez
y a todas las mujeres de mi vida

Tavares, Florida.— Después de caminar 400 kilómetros, el cuerpo se acostumbra al “abuso”. Imagínense: cada día me tengo que levantar a las 5 de la mañana, porque Juan no me permite dormir más hasta las 5:30 como a todos los demás… después me alisto y salgo al encuentro de una nueva aventura. Como dijo Carlos, ayer tuvimos la oportunidad de reunirnos con tres increíbles monjas del Centro Esperanza en Apopka, que han estado trabajando durante varios años con la juventud y por las causas de justicia social.

En cierto momento, la Hermana Ann me preguntó quién me había inspirado a luchar como lo hago. El primer nombre que se me ocurrió fue el de María, la directora ejecutiva de la Coalición de Inmigrantes de Florida (FLIC). Tuve el privilegio de trabajar con ella de cerca cuando fui parte de FLIC. María es como uno de esos lagos que vimos hoy durante nuestra caminata. Muchos creen que es tranquila e inofensiva, pero no comprenden su enorme belleza y profundidad. María dedicó cada minuto que compartió conmigo a confrontar los límites de mi entendimiento y a ayudarme a formar un concepto general de los problemas del mundo, para así poder responder a los acontecimientos del momento actual.

La caminata de hoy estuvo llena de sorpresas agradables y de algunos contratiempos. Comenzamos por la ruta 441 y luego nos acompañaron los mismos alumnos de secundaria que habían estado con nosotros ayer. Sonia, la que nos sirvió hoy el almuerzo, nos ayudó a enviar una carta a Publix que escribimos en apoyo a la campaña de la Coalición de Trabajadores de Imokalee (CIW) para que se les pague salarios justos. Quisimos de esa manera hacer hincapié en uno de nuestros cuatro principios sobre lo que debe ser la reforma migratoria justa y humana: los derechos de los trabajadores, en este caso, los campesinos. Cuando hayamos terminado nuestra travesía de 2.400 kilómetros queremos que la gente haya comprendido que el trabajo tiene valor y que debe ser respetado.

La diferencia entre quienes estamos marchando y aquellos que están en sus comunidades de residencia es que para ellos la situación es mucho más difícil. Cuando nos despedimos de los alumnos de secundaria que compartieron con nosotros sus esperanzas y temores, reconocimos la ayuda que les pueden brindar aquellos que están con ellos día tras día. Por cierta razón María había creido en mí. Creyó en que yo podía cumplir mis aspiraciones a pesar de todos los obstáculos. No sé exactamente qué fue, pero vi en los ojos de la Hermana Ann el mismo brillo de esperanza que percibí en los de María. Ambas comprenden lo que es el cambio social, pero más que ello, lo que constituye el cambio personal. En los momentos más difíciles en mi vida, durante los últimos años, siempre pude confiar en el cariño y apoyo de María. Gracias a ella y a la Hermana Ann soy un convencido de que el cambio real es posible.

Felipe Matos

 

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