El primer día después del Mundial

 

El mes del fútbol ha terminado y el trabajo me espera día a día (bueno, nunca dejé de trabajar). Ahora vuelvo a la realidad y ya nada justifica mi locura. Veo esas caras profesionales que había ignorado durante el último mes y busco aquellas selectas que entienden mi pasión. Me acerco y les digo “¡Viva España!” para que nunca olviden lo que ha sido el fútbol. Lo cierto es que el Mundial ha terminado y me aferro a que sería mejor que no. ¿Y es qué ahora qué, qué vamos a hacer con tantos sueños rotos?

Esperé cuatro años

Durante un mes me olvidé del mundo y no me disculpo. No. Esperé cuatro años. Mejor dicho, junté los días durante cuatro años, me mantuve al tanto, seguí a ciertos jugadores, compilé ilusiones, estrategias y cambios, me llené de esperanza, me vacié de ella, vaticiné resultados, sufrí las eliminatorias, califiqué al Mundial con mi selección, estudié posibilidades, pronostiqué el futuro, acerté, fallé, gané, perdí.

El fútbol es cruel, la mayoría siempre pierde, los ganadores han perdido, nadie gana todo el tiempo. Sin embargo, la Furia Roja ha sabido ganar porque primero aprendió a perder. ¡Viva España y acuérdate del fútbol!

Fue un Mundial apretado, de pocos goles, de mínimas diferencias, parejo. Una vez más recordamos que el fútbol no es un juego de estrellas, sino de conjunto. Un juego que entre otras cosas tiene reglas, medidas arbitrarias y oponentes.

El fútbol es un tanto de guerra y otro de ajedrez. Solamente ganan los mejores. El que tenga más habilidad en las piernas y más trucos en la cabeza. Hay un respeto a priori por las reglas y nadie juega sin haberlas aceptado.

Hay cosas validas y acciones ilegales.

 

Pero al ver los partidos algo me hace pensar que la trampa al igual que los árbitros son parte del juego. Es un deporte de humanos que se equivocan antes de triunfar. No hay juegos perfectos. En un juego donde también participan los nervios, la furia ganó limpiamente con el corazón, con técnica individual y colectiva, con paciencia e inteligencia.

Veo la locura en las calles de España (claro, por internet), el frenesí, las masas, la alegría, la copa paseándose de mano en mano. Pero acá abajo hay 31 países (más los que no calificaron) que les ven con recelo, coraje, admiración, envidia de la buena y de la mala, con ganas de estar arriba, con ganas de bajarlos, con el sabor de la gloria frustrada, con un montón de sueños rotos y lágrimas. Que la Furia disfrute el momento de la gloria pero que no olvide que todos los demás la esperan en Brasil con las mismas ganas que antes. Pues nadie ha perdido el próximo Mundial.

El torneo mundialista ha terminado y me levanto sin horario en mano, con la cara de siempre, es lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo y lunes sin mundial. Y amanezco con todo lo que no quise ver durante un mes acumulado, con una realidad de leyes injustas, una sociedad desigual, un nacionalismo desplazado, un montón de problemas reales y diarios. Hoy vuelvo a amanecer como alguien normal de carne y hueso, alguien que al ver el mundo ya quiere que empiece el otro mundial.

P.D.

Gracias Sudáfrica, África entera, por darle alegría a nuestros corazones. Te deseamos unidad, fuerza y la libertad en tus banderas.

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Miguel Olmedo Valle (La Huerta, Jalisco; 1982) escritor nocturno mexicano. Trabaja de día, escribe de noche y los fines de semana se entretiene quemando sus propias palabras. Ha visto lo visible y ha soñado lo invisible. Y sin embargo, todavía cree en la verdad. Le molesta la condición humana y la inhumana. Ojalá que al empezar la noche se convierta en un buen fantasma.

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