El DREAM Act no ha muerto

La propuesta de ley llamada DREAM Act por sus acrónimos, que hubiese permitido a entre 3/4 de millón y dos millones de estudiantes indocumentados regularizar su estado migratorio e integrarse plenamente a la sociedad estadounidense fue derrotada la semana pasada en el Senado, pese a que tenía allí mayoría y ya había pasado en la Cámara Baja.

No hay que negar la gravedad de la situación. Los proponentes de reformas migratorias están frente a una cuesta arriba. En los próximos dos años, aunque persistan, permanecerán a la defensiva.

La derrota del Dream Act deja a muchos de nuestros muchachos ante la perspectiva de ser graduados sin papeles, condenados a una vida en la sombra de la sociedad.

El día del voto estaban tomados de la mano y rezando. Ella con una túnica color morado. El, de color negro. Ambos, con el gorro de los graduados universitarios. De sus ojos manaban las lágrimas. Otra chica llevaba la casaca de mi propia universidad, Cal State de Los Angeles. Eran los profesionales del futuro, la esperanza de la comunidad.

La flor y nata de nuestros hijos staban presenciando la derrota del DREAM Act. En la foto de arriba, la joven estudiante, envuelta en la bandera de Estados Unidos, pasó un día entero en los pasillos del Congreso, aprendiendo una amarga lección.

Por definición llegaron aquí cuando niños. No conocen otro país. Sobreponiénose a las barreras de la pobreza, el racismo y el crimen han llegado a la universidad.

«Yo estoy aquí parada dando una entrevista, diciendo mi nombre y que soy una indocumentada», dice una jovencita por televisión. «Y tengo más valor que los senadores que votaron en contra».
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Sí, y alude a que nuestras instituciones parlamentarias están siendo tomadas prisioneras por una minoría chillona, racista, estridente, intolerante, pretenciosa. En su gritería acobardaron a los representantes de un país tolerante y abierto.

El voto fue una señal de cuán profundo es la furia, y violenta la retórica xenófoba en gran parte del país.

Muchos de los que votaron contra el DREAM Act estaban a favor, abiertamente hasta hace poco.

Pero se achicaron, presa de una marea creciente, de una minoría provocada por quienes en los últimos años se han apoderado del discurso público.

Una vez más vemos cómo la percepción es todo y la esencia, muy poco. Nos dominan con el eufemismo, y con términos acuñados de manera tal que evoquen sentimientos negativos, reacciones irracionales, términos repetidos sin descanso. Como amnistía.

Si hubiese pasado el DREAM Act, temían muchos de los senadores, ellos mismos hubiesen sido marcados para el derrocamiento y el repudio. Por eso, prefirieron sacrificar a los “soñadores”.

Pero éstos no se dan por vencidos.

«Vamos a recordar este día y a quienes lo causaron”, advierten los estudiantes latinos.

«Aquí estamos y no nos vamos… vamos a seguir luchando», prometen.

Sí, pero ¿cómo?

Porque la verdad es que es una lucha de retaguardia. De retirada. En condiciones de desventaja.

Pero hay una salida. El DREAM Act no ha muerto.

En los últimos meses, miles de estudiantes latinos en nuestro estado se concientizaron políticamente. Han irrumpido en la escena política. Han roto con la máscara de apatía que tantas veces condenó a la comunidad latina a la irrelevancia.

El Dream Act no está muerto si estos jóvenes cumplen su propia promesa y siguen activando, organizando, convenciendo, explicando. Apelando a la opinión pública. Haciéndose de aliados con otras comunidades. Y siguen siendo ciudadanos ejemplares, convirtiéndose en modelos de excelencia y superación para quienes vengan después de ellos y para ayudar a los otros. Y si, buenos hijos, buenos hermanos.

No está muerto si llevan sus razones a los otros estudiantes, quienes tuvieron más fortuna y nacieron en el país en el que viven y estudian.

Después del llanto, que aprieten los dientes y siguen adelante. Si, se puede.

Y si no, que aprendan del paso de Don’t Ask Don’t Tell, otra lucha de derechos civiles, el mismo día de la derrota del DREAM Act. La victoria llevó 17 años.

***

Gabriel Lerner

Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent. More »

3 comentarios

  1. Lerner cita varios puntos algidos para el exito no solo del DREAM act sino en general, del exito de nuestras comunidades y de la reforma migratoria en su conjunto: Apelar a la opinion publica, hacerse de aliados en otras comunidades, demostrar en la practica una y otra vez que, si, son ciudadanos ejemplares deseosos de colaborar y mejorar la sociedad «abierta» de este pais y que no, no son sus enemigos. Y para esto es preciso evitar a toda costa actitudes beligerantes o revanchistas. Como dijo en su dia John Lennon, «… if you go carrying pictures of Chairman Mao…» o en su defecto, del Che Guevara, eso no nos ayuda en nada y mas bien da pretexto a la «minoria chillona, racista, estridente, intolerante, pretenciosa» para salirse con la suya…

    1. Yo diria que hay que tener un balance. Ser ciudadanos ejemplares y al mismo tiempo mostrar unidad, presentarse en las calles, hacer número, generar interés público y especialmente, no quedar como los ciudadanos ejemplares (sin ser ciudadanos) que se puede ignorar o rechazar.
      Gracias por el comentario.

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