Crónicas desde el Hipódromo | De perros y otras especies

Me gusta visitar las caballerizas del Hipódromo antes y después de las carreras. Acercarme a los caballos, observarlos y sentirlos, más como seres vivos independientes que como animales a nuestro servicio.

Será que en mi pueblo nos acostumbramos a tratar siempre con animales domésticos, con el ejemplo del cariño que les mostraba el abuelo y que este a su vez les inculcó a sus hijos.

Una de las cosas que más me llama la atención de esta zona de la ciudad de México, es la cantidad enorme de perros domésticos que se ven cuando uno sale a la calle. Lo más curioso es que a simple vista pareciera que de todos los perros que deambulan por aquí, ninguno es callejero.

Decenas de perros pasean por las banquetas con sus amos o extraños cuidadores y lo más extraordinario es una turba apostada en uno de los puntos del Parque México, como si se tratara de una especie de guardería canina.

Da la impresión que tener un perro se volvió una especie de requisito para vivir por estos rumbos, al cual debes de presumir de alguna forma.

– No crees que es una especie de moda tener un perro aquí? – Le pregunto a uno de mis vecinos.

– Siempre han estado, pero tal vez si, – me contesta no muy convencido.

– Me llama más la atención porque la mayoría de las viviendas son departamentos, ¿no? – y apunto hacia un grupo de edificios.

– Pues sí, los perros no tienen suficiente espacio, pero los puedes sacar al parque, – dice, seguro de su respuesta.

En ésta que algunos se atreven a llamar la “ciudad de los perros”, se desató una polémica curiosa en las últimas semanas, donde uno ya no sabe quien es el verdadero animal.

Supuestos vecinos de la colonia comenzaron a difundir un mensaje en el que aclaran que porque «a muchos de nuestros hijos no les gustan los perros» amenazaban con colocar veneno en albóndigas para acabar con ellos.

Con el argumento de «salvemos la salud de nuestros hijos», este curioso grupo por medio de un correo electrónico, hace una explicación detallada de sus argumentos y de como preparar las susodichas albóndigas para acabar con aquellos perros que no traen correa, porque aclaran, la labor será contra los que andan sueltos irresponsablemente.

Si la noticia por medio de la prensa escrita y la radio me había sorprendido, más revelador fue ver en la televisión a quienes apoyaban la medida, mientras que los que la rechazaban conformaban su grupo de defensa.

El odio explosivo contra un animal contrastando con el amor de un amo, donde la responsabilidad termina siendo compartida, pero al mismo tiempo evidencia nuestras virtudes y defectos como seres humanos.

«Ya estamos cansados de que los animales anden sueltos y estén tirando su mierda por todas partes. A mi no me importa si los matan», exclama un supuesto vecino enardecido.

«No tienen perdón de Dios señorita, estos son unos brutos desgraciados»,  responde una supuesta vecina abrazando a su perro.

«El problema es con los que no traen correa. ¡Que sean responsables! ¿No? – exclama on cara de duda, un chavo que parece estar de paso en el parque.

– Si el “Lassiter” no le hace daño a nadie sin traer correa. ¿Qué daño les hacen estos animalitos a la gente?  Una ama de casa segura apunta hacia un doberman que no deja de correr entre los jardines.

Me dicen que la Condesa de Miravalle tiene perros, de esos que ahora se ven en las casas de los nobles y no son nuestros queridos xolos, sino unos más extraños, traídos de Europa.

Perfil del autor

Arquitecto por vocación y destino, escritor por convicción. Desde muy joven emprendí el viaje por la libertad. En mi camino he visto, percibido y palpado tanto, que un día decidí plasmarlo de la mejor forma que entendía. Las letras que han sido mis entrañables compañeras, cada día me acercan un poco más a la libertad, la cual aún no he encontrado pero que ya siento cerca. Creatura hombre, mexicano y sibarita en entrenamiento.

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