Camino a San Luis Obispo

En un pueblo del sur de México, o El Salvador, o Guatemala, un padre se despide del hijo adolescente que parte al Norte. El joven marcha a la buena de Dios hacia el precipicio del cambio y la montaña de la esperanza.

Quizás halle trabajo y envíe dinero para ayudar a la familia, para ahorrar, y en pocos años construir una casa, o quizás venga por ellos, o por su mujer también adolescente, o regrese con la troca del año llena de regalos. O puede desaparecer como si lo tragara la tierra. O reaparecer en la cárcel. O volver sin nada. Da igual: la busqueda, la expectativa y deseo de sobrevivencia y prosperidad son suficiente aliciente.

Todo esto, que es un drama sabido, rememoro mientras llevo a mi hijo Mark a la universidad Cal Poly San Luis Obispo, donde comienza sus estudios de ingenieria. Desde Los Ángeles, viajamos también al Norte. El muchacho deja la casa por vez primera, en su propia aventura por un futuro.

Y aunque su destino es bienaventurado, la estabilidad y seguridad financiera hasta ahora asociada con el título universitario se esfuman. Centenares de miles de graduados, ahora sí sin su Norte, se apretujan en las filas buscando empleo en un clima de recesión y cesantía, y no lo hallan, y la competencia entre ellos mismos es feroz.

Son comunes las historias de graduados que buscan por seis meses empleo en su nueva profesión; luego se resignan a tareas de menor grado. Los que pueden vuelven a estudiar.

Y en California, el acceso a la educación superior, tradicionalmente un medio de verticalidad social hacia el Norte , se hace más difícil y costoso, una tendencia que atenta directamente contra la clase media.

Tres millones de alumnos cursan estudios en los tres niveles de la educación superior: en los 10 campus de la Universidad de California (UC), unos 250,000; en los 23 de la Universidad Estatal de California (CSU), por debajo de medio millón. El resto en las escuelas comunitarias.

UC sufre un déficit de $637 millones; CSU de $584 millones. Las escuelas comunitarias, de más de $680 millones.

El precio de la educación subió este año en un 20% en CSU, que ademas bloqueó el ingreso de nuevos estudiantes para la primavera de 2010 y espera reducir de sus filas 40,000 alumnos hasta 2011. Las escuelas comunitarias cuestan 30% más este año. La Junta de Gobernadores de UC votará en noviembre un aumento adicional de hasta 30% o unos 2,500 dólares.

Recortes anteriores ya causaron más alumnos por clase, menos profesores, menos servicios y especialmente: menos clases disponibles. Es decir: universidades menos buenas.

Según la oficina del Censo California gasta por alumno $8,486 (número 28 del país, término medio $9,138). Nueva York, otro estado con abundancia de inmigrantes, es primero, con $14,884.

Ante los enormes costos, quienes iban de la secundaria a la universidad van ahora a la escuela comunitaria, y los que iban a ésta se quedan fuera del sistema porque no hay lugar para todos. La Universidad queda para una minoría privilegiada.

La marcha de todos al Norte se complica, se alarga, se atrasa. Ya falta poco para San Luis Obispo y pese a todo estamos entusiasmados.

Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito.
Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio.
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Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then.
Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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