Amor novelero

Ana Cisneros, relativamente alta, con nariz aguileña, tostada caraqueña y con un fuerte acento venezolano conoce a Ibrahim Newmann en la puerta del ascensor de un edificio de Park Avenue mientras limpia su tercera casa del día.

¿Have you some big bags?, le dice con un acento que a Newman, portero principal del edificio, le recuerda  a Carmen Miranda.

Desde entonces Newman no la suelta ya más. Ama su cara, su cuerpo, sus tetas, su trasero, sus erratas gramáticales, todo que Ana hace o dice en su día de trabajo en 1050 Park Avenue. En lo que la ve le echa unos piropos que ella contesta con una enorme sonrisa de los que no entienden… su cara de mujer inocente lo que le dice lo calienta más.

Newman, a punto de retirarse a Florida, echa manos al español que aprendió a medias en la secundaria ayudado por la profesora que lo maltrataba tanto que se sentía hasta rico. Ana se hace la desentendida, pensando que habla de las bolsas, de los detergentes, del trapo para limpiar. Newman, astuto él, sintoniza el canal 47 y copia el resto de español de las novelas venezolanas que mira compulsivamente después del trabajo mientras se sienta, cansado del día en pie, a soñar con Ana…

Ana es muy «sangrona». «Dios mío, dame paciencia» se dice a sí mismo.  Ana contesta con unas oraciones muy largas con un «no» en el medio que el pobre no puede decifrar. Quiere enrocarse a la mujer que no entiende, que habla poco y ya.

Un día, cuando Ana le pide que la ayude a mover los muebles para pasar el vacuum, Abe la mira fíjamente a los ojos «De ahora en adelante seré otro y nadie volvera a jugar conmigo, no permitiré que tú, bastarda entres en mi edificio».

Ana se asusta.
Decide, para no perder las casas, seguirle la corriente. Copia las cincuenta frases más comunes de las telenovelas venezolanas. Cuando lo ve al día siguiente le dice   “¡Te amo! y no importa que sea la décima vez que te veo en mi vida…”

¿Por qué me has engañado?— dice él.

Puedo explicártelo, ¡no te vayas!—dice ella.

Salen a tomar café y a mirar una película en inglés.  Cuando, después  toman un café Ana le dice  «Soy virgen y solo me entregaré al hombre que amo». Newman entiende el mensaje, paga el taxi,  se la lleva a la casa y ambos copulan en casa de la mamá de Newman (que es ciega) con la cual vive. Así Ana se asegura las casas y el trabajo. Al cabo de tres semanas, mientras Abe le acomoda la alfombra, Ana le suspira al oído –Estoy embarazada y el hijo que espero ¡es tuyo!.— Abe escucha para sí mismo la voz copiada del capítulo seis –Esa mujer no te conviene, es una cualquiera— Acto seguido, le dice » Te amo pero me marcho a Florida, aunque te amaré por siempre».-

Ana lo odia.

—¡Te voy a matar! ¡Me voy a vengar! —dice— ¡Te vas a quemar en las llamas del infierno, desgraciado! —

Newman  le contesta:

No, «Me voy a quemar en las playas de Florida».

Profesora chilena (Valparaíso, 1970). Reside en Nueva York (EUA) desde hace doce años. Ha colaborado para el periódico literario Puente Latino, Hoy de Nueva York. Forma parte del Espacio de Escritores del Bronx Writer’s Corps. Cuentos suyos han aparecido en las revistas Hybrido y Conciencia. Sus poemas, ensayos, artículos y cuentos han sido publicados por la Revista virtual Letralia de Venezuela. Sus poemas aparecen en las publicaciones mexicanas La Mujer Rota y la Revista Virtual Letrambulario además de Centro Poetico, publicación virtual española. Actualmente se desempeña como profesora de español de segunda lengua en Frederick Douglass Academy II de Harlem y realiza estudios de Doctorado en Literatura Hispánica y Luso Brasileña en Graduate Center, City University of New York.

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