Algo huele mal en Libia

Túnez, Yemen, Bahréin, Yibuti, Marruecos, Argelia, Siria, Irán, Líbano, Jordania, Egipto y Libia viven en estado de ebullición, tiemblan y caen presidentes autoelegidos, reyes con dinastías impuestas, religiosos que son enviados divinos, y el sequito de asesores que no quieren dejar el poder en manos de la población civil, que buscan (¿o no?) la democracia.

Medio Oriente

¿Qué paso realmente en Túnez, Yemen, Bahréin, Yibuti, Marruecos, Argelia, Siria, Irán, Líbano, Jordania, Egipto y Libia, para llegar a este intento de recambio institucional?

La principal causa interna es el proceso social que ha creado numerosos núcleos de habitantes urbanos, jóvenes sin oportunidades de empleo ni mayores expectativas de desarrollo futuro. Estos grupos descontentos habían permanecido acallados mientras el liderazgo de Mubarak, Kadafi y otros no era cuestionado y permanecía en control tanto de las fuerzas armadas de cada país. Pero la libertad que no daban las opresoras leyes internas, la obtenían de Internet, vía redes sociales, blogs o páginas web.

Los grupos poderosos en el poder, cuando las primeras revueltas comenzaron, lejos de negociar una salida, han tenido un comportamiento errático, a ratos buscando reprimir violentamente a los insurgentes, mientras en otros casos niegan su existencia. Hoy por hoy, la situación parece haber degenerado en una suerte de recambio ficticio, porque las fuerzas armadas que deberían ser leales a los nuevos gobiernos, realmente aun tienen sus lazos con los gobiernos salientes, generando una autoridad alternativa con representación legítima de cada país, pero que no responde a las pretensiones de los rebeldes, insurgentes, pueblo, ciudadanos o como querramos llamarlos.

El caso de Libia es el más significativo, ya que es un productor relevante del petróleo mundial, y su producción cayó en un 80%, desde que comenzó esta guerra, siendo una de las razones de los fuertes incrementos de precio del combustible que hemos sufrido en los días recientes. Pero como explicamos anteriormente en estas columnas, la caída de Kadafi no será fácil, porque ha desarrollado extensas redes de relaciones políticas con diversos países europeos, donde ha realizado fuertes inversiones, como es el caso de Gran Bretaña, Francia e Italia.

Como sabemos, en el Golfo Pérsico los movimientos populares han sido menos efectivos, pero debemos esperar importantes e interesantes cambios, en donde las sociedades civiles tendrán alguna mayor cuota de poder, aunque sería prematuro soñar con la aparición en Medio Oriente de democracias al estilo occidental. Esto requiere muchísimo más tiempo y desarrollo económico.

Estados Unidos y la Unión Europea

Quienes realmente están luchando en Libia contra el ejército de Kadafi son: EEUU, Francia, Inglaterra, Noruega, Alemania e Italia, y en menor medida, España y Grecia. El único miembro de la OTAN cuya población es mayoritariamente musulmana, Turquía, ha rechazado que el bloque encabece las acciones en Libia.

Por su lado en la comunidad internacional se incrementan las presiones a favor de una mayor claridad sobre la misión encomendada por Naciones Unidas, con llamados de La Liga Árabe, Rusia y China a un cese el fuego inmediato en Libia. Desde Moscú, el presidente ruso Dimitri Medvedev expresó además su preocupación por como se está desarrollando la operación en Libia y por «las posibles bajas entre civiles debido al uso indiscriminado de la fuerza aérea». Entretanto, Pekín advirtió sobre la posibilidad de que los ataques aéreos creen lo que llamó «un desastre humanitario», y la Liga Árabe, por su parte, ha expresado preocupación de que las acciones aéreas causen bajas civiles en lugar de ayudar a proteger a la población como se suponía que lo hicieran.

Pero Estados Unidos y la Unión Europea no están en condiciones de prolongar esta guerra. Mientras se recorta el gasto social y se congelan salarios y pensiones estatales, citando dificultades financieras insoslayables, los operativos militares se llevan adelante con un simple cálculo de costos. Estados Unidos gasta más de 100 millones de dólares diarios solamente en misiles, agreguemos los gastos en aviones, soldados y un montón de etcéteras. En el Reino Unido, que vive bajo la sombra de unos de los recortes fiscales más drásticos, se estima que cada misil cuesta unos 700.000 dólares, mientras que una sola salida de un avión de combate se sitúa en unos 40.000 dólares. En Grecia, que debió ser rescatada por la UE y el Fondo Monetario Internacional, FMI, el año pasado, calculan que aún la marginal participación griega en el conflicto costaría un millón de euros por día.

Por supuesto que el costo de esta intervención dependerá en gran medida de su duración. Si se prolonga meses el gasto militar se disparará, y por supuesto, este tema cobrará relevancia en el clima de austeridad fiscal que viven los países desarrollados.

Latinoamérica

Nada de esto es gratis, y los efectos económicos de esta situación se harán sentir, sobre todo al dispararse el precio del petróleo que causa impactos directos en las economías. Recordemos que Latinoamérica es exportadora de materias primas, y quien importa esta mercadería pagara menos por ella, al tener que pagar más por el flete.

Pero mientras Estados Unidos, la UE y la ONU piden la renuncia inmediata del líder libio Kadafi, las naciones de América Latina no logran tener una misma voz con respecto a la situación en el país árabe.

Los presidentes de Venezuela, Ecuador, Cuba y Nicaragua afirmaron que no condenarán a Kadafi, ni se alinean con las potencias de Occidente en contra de su amigo. El presidente Hugo Chávez declaro que «En lugar de enviar marines y aviones enviaremos una comisión de buena voluntad para ayudar a que no se sigan matando nuestros hermanos en Libia», explicando que ya mencionó esta iniciativa a responsables de países de la región, miembros de la Alianza Bolivariana para los pueblos de América (ALBA). «Mi gobierno, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, y nuestro pueblo, le acompañan en estas batallas que representan no sólo la defensa de la dignidad y de la nación y la cultura libia», escribió Daniel Ortega, que comparte lazos políticos con Kadafi desde la revolución sandinista que dirigió en Nicaragua de 1979 a 1990. El gobierno de Ecuador exhortó a la comunidad internacional a respetar la soberanía de Libia. En Quito, la cancillería emitió un comunicado en el que condenó los actos de violencia registrados en Libia al tiempo que pidió a la comunidad internacional respetar la soberanía de la naciones, en rechazo a cualquier resolución que permita una «intervención extranjera» en ese país. El canciller cubano, Bruno Rodríguez, afirmó que «algunos políticos y medios de prensa norteamericanos están incitando a la violencia, a la agresión militar y a la intervención extranjera» en esa nación africana.

El gobierno brasileño repudió y consideró «inaceptable» el uso de la violencia contra manifestantes en Libia y pidió a las autoridades de ese país que preserven la seguridad de los extranjeros, además de llamar a superar la crisis mediante el diálogo. El Ejecutivo de Chile expresó su extrema preocupación por la situación política y el «uso de la fuerza» en Libia. Costa Rica y Paraguay también condenaron la represión en el país petrolero. El presidente peruano Alan García pidió a la ONU actuar contra el líder libio, a quien calificó de «dictadorzuelo». «Hemos solicitado con nuestro representante en las Naciones Unidas que el organismo actúe ya», dijo García a periodistas, «Lo que hay (en Libia) es una dictadura carnicera» agrego el gobernante. Perú rompió relaciones con Libia en protesta por la violencia que Kadafi ha desatado contra su pueblo.

Algo huele mal

Algo huele muy mal en este mundo, porque mientras en Estados Unidos y Europa, por orden de sus presidentes y ministros, cierran escuelas y despiden médicos, bomberos y policías por falta de presupuesto, y la gente en Haití y Japón beben agua contaminada, la OTAN con autorización de las Naciones Unidas gasta más de 300 millones de dólares diarios en bombardear Libia, en una lucha de tribus que comenzó hace más de setecientos años y que se extenderá otros setecientos años más, y que Occidente no comprende ni le importa comprender. Lo único que saben los gobiernos de Occidente, es que Libia producía casi dos millones de barriles de petróleo por día, y ese botín le quedará al vencedor.

 

Cesar Leo Marcus, nació en Buenos Aires, Argentina.
Doctor (PhD) en Logistica Internacional y Comercio Exterior, y Máster (MBA) en Sociología Económica, fue profesor de ambas cátedras en las Universidades de Madrid (España) y Cordoba (Argentina).
Periodista, publica en periódicos de California, Miami y New York. Escritor, publico 12 libros, y editor literario, director de Windmills Editions. Actualmente reside en California.

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