¿Qué será de nosotros, los fumadores?

Nuevas normas estrechan el cerco. Podría recordar a las estrategias alejandrinas para conquistar territorios. La cruzada contra el humo va ganando la batalla. ¿Qué puedo decir al respecto? Soy fumadora, no empedernida. Fumo, la mayor parte de los cigarros, por placer; el resto se dividen entre el nerviosismo y el vicio, por eso trato de extirparlos de mi dieta: a estos últimos.

El año comenzará, para los fumadores españoles con la necesidad apremiante de encender un cigarrillo en cualquier parte, por la nueva prohibición de fumar en los espacios públicos cerrados.

[bctt tweet=»Prohibido fumar en los espacios públicos cerrados » username=»hispanicla»] Más tarde, cuando la costumbre se instale en nuestros actos, la necesidad se tornará en aceptación. Así van creciendo las normas para la convivencia. Por mi parte, las respeto; si molesto, sumerjo mi cigarro en las profundidades de un cenicero húmedo. Antes sufrir que herir… Así, vestida artificialmente del traje del victimismo, pareciera que me conformo. Y es así. En este caso, y sin que sirva de precedente: me conformo. Acepto esta norma, la del cerco alejandrino, porque la encuentro coherente.

Me explico:

Primero no fumé, después fumé, después dejé de fumar, volví a fumar, volví a dejar… y ahora fumo este humo oportuno que consumo como Sara Montiel a su puro. Por eso comprendo al no fumador, al fumador y al exfumador. Por eso comparto la norma.

El otro día se comentaba en una amena charla que compartí con varios personajes de todos los ámbitos de la sociedad, que la prohibición de fumar era, al igual que la prohibición de los toros en Cataluña, un paso más hacia nuestra destrucción.

Me posicioné en contra; aunque bien podría haberme posicionado a favor, de haber tenido ellos otra opinión, más que nada, por llevar la contraria y hacer el debate más interesante. Pero en este caso, estaba efectivamente en contra, porque encuentro que la nueva norma no es una prohibición en sí (enemiga que soy de las mismas), sino más bien entiendo que trata de realizar un encuentro entre el respeto y la convivencia.

Sería inaudito pegar carteles en lugares públicos que nos incluyan las prohibiciones obvias que exige la convivencia: “Prohibido escupir a otro en la cara, prohibido hacer pipí en la cola del súper».

Fumar, ya lo sabemos, es un vicio que ofrece consecuencias negativas, tanto para el que fuma como para el que lo respira. Por eso mismo debería estar entre las normas “obvias” del respeto al prójimo, el no hacer uso de este vicio en presencia de aquellos que no lo padecen.

Pero hasta que elaboremos esta situación lo suficiente, tendremos que atravesar el controvertido puente de la prohibición.

Un año atrás me hubiera enzarzado, cual Leónidas a cargo de una camarilla de espartanos fumadores, en la cruzada a favor del derecho a fumar.

Hoy por hoy, prefiero encontrar un punto común más apropiado para el acuerdo entre las partes. Eso sí, extrañaré, seguramente durante meses, la agradable sensación del humo entornándose a mi alrededor, acompañando el café de primera hora de la mañana en la cafetería de siempre, con mi amiga de siempre, y los comentarios que endulzan, junto a los cigarritos slim, el comienzo de un nuevo día.

Me seguiré quedando, como emblema de este vicio que disfruto, al exquisito de Mastroianni en actitud fumadora. No creo que haga falta más que una imagen para describir un placer.

Laura Fernández Campillo. Ávila, España, 07/10/1976. Licenciada en Economía por la Universidad de Salamanca. Combina su búsqueda literaria con el trabajo en la empresa privada y la participación en Asociaciones no lucrativas. Sus primeros poemas se publicaron en el Centro de Estudios Poéticos de Madrid en 1999. En Las Palabras Indígenas del Tao (2008) recopila su poesía más destacada, trabajo este que es continuación de Cambalache, en el que también se exponen algunos de sus relatos cortos. Su relación con la novela se inicia con Mateo, dulce compañía (2008), y más tarde en Eludimus (2009), un ensayo novelado acerca del comportamiento humano.

4 comentarios

  1. Cierto Rubén. Es verdad que la ley se ha planteado erróneamente en su forma, y que ha perjudicado a muchos hosteleros que han tenido que hacer una inversión en vano. Al parecer, han intentado hacerlo en «etapas» para suavizar el desastre, y al final, cuando se intenta contentar a todos, siempre sale alguien perjudicado: en este caso los hosteleros.
    José Manuel, compartimos, por lo que parece, un mal que a los dos nos hace disfrutar. Quizás en su justa medida, no sean tan destructivos, aunque ya va pareciendo una caza de brujas el asunto del tabaco…. desde que escribí este artículo hasta hoy, y tratando de ser tolerante con la ley y comprender los derechos de los no fumadores, he tenido que verme sometida a la intolerancia por ejercer mi derecho, incluso, donde está permitido fumar (miradas, enjuiciamientos…etc) A veces nos olvidamos de que todos tenemos vicios, y algunos son peores que el tabaco, aunque éste se ha puesto de moda en estos tiempos para atacarlo.
    Abrazos a los dos

  2. Laura, disfrute tu articulo sabedor que padecemos del mismo mal, con las consecuentes mismas caidas y levantadas. Aqui en Los Angeles ya estamos domesticados a no fumar en la mayoria de lugares cerrados, inclusive algo en mi casi se niega a hacerlo guardando el respeto por los no fumadores que puedan estar presentes. Playas, parques, incluso barrios enteros dan fe de la persecucion que padecemos. Sabedor de lo que implica ese placer no he encontrado, o no he buscado con ganas, algo que sustituya esa accion maravillosa. Un balcon, un par de amigos y un cigarrillo bien platicado, eso es placer de dioses, quiza de demonios, pero placer al fin.

  3. Estoy casi totalmente de acuerdo con tu comentario Laura, al igual que a ti no me gustan las prohibiciones, pero reconozco que mi prójimo no tiene por que tragar el perjudicial humo que sale de la boca de otros.
    Ahora eso si no estoy en absoluto de acuerdo en la forma de haber sacado la “ley anti-humos”, me explico… Hará unos años 3 o 4 más o menos en nuestro querido país a los locales de hostelería les obligaron a la gran mayoría a tener dos zonas ZONA FUMADORES y ZONA DE NO FUMADORES, muchos hosteleros se gastaron mucho dinero en realizar esas obras y yo me pregunto ahora ¿Qué van a hacer con ese apartado de su local para fumadores? ¿Quién les va a reembolsar el dineral que se gastaron?
    Conclusión ¿no habría sido mejor haber sacado de una tacada la ley antes, aunque a muchos ciudadanos no les gustase, que ahora tener un gremio como el de la hostelería en crispado porque acusan a esta ley como una posible causa del empeoramiento de la crisis para ellos y como injusto el dineral que se les hizo gastar antaño?

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